Revista Virtual 1 -cont. (7)

Hacia una Filosofía de la Argumentación

Elementos para la construcción de una racionalidad razonable

Sergio L. Caro*

Universidad del Atlántico

Un hombre inteligente no es el que es simplemente capaz de hacer inferencias correctas, sino aquel cuyo espíritu está abierto a la percepción de contenidos objetivos, aquel que está en condiciones de permitir que actúen sobre él sus estructuras esenciales y de conferirles un lenguaje humano […]

Max Horkheimer, Crítica a la razón instrumental

Introducción

El pluralismo describe el estatus ontológico actual de la dinámica humana. Esta situación sugiere la revisión de la noción de racionalidad. Desde la reflexión filosófica sobre el lenguaje se entiende a la racionalidad como capacidad discursiva o argumentativa; sin embargo, se suele identificar esta capacidad con la aplicación exclusiva del razonamiento formal-demostrativo, excluyéndose así otras formas de razonamiento menos riguroso pero también presentes en nuestras prácticas discursivas concretas. En el campo de estudio de la teoría de la argumentación (en adelante abreviaré TA) se puede identificar una variedad de enfoques bastante amplio, que explican diferentes aspectos del acto argumentativo, que lo describen e interpretan y tratan de orientarlo mediante la formulación de algunas reglas de discusión. De manera que las TA pueden ser descriptivas o prescriptivas. Si entendemos la práctica racional como incorporada en la práctica lingüística, se hace necesario integrar en la teoría de la racionalidad tanto los aspectos descriptivos como los prescriptivos o normativos expuestos por las TA, de modo que la comprensión que podamos generar con respecto a la dimensión lingüística de la racionalidad nos permita tener una visión no excluyente y abierta de lo que se puede entender por práctica racional. La pretensión de esta ponencia es esbozar este proyecto como el plan de estudio para una filosofía de la argumentación, la cual tendría como tarea reflexiva principal, buscar vías de integración para las TA del campo, que permitan ampliar el horizonte de sentido de lo que entendemos por racionalidad. En este orden de ideas, la tesis que defiendo afirma que la reflexión filosófica en torno a las TA permite una comprensión integral de nuestras prácticas discursivas y por ende, una interpretación incluyente y abierta de lo que entendemos por práctica racional. En la primera parte de la ponencia presento algunos aspectos relativos a la problemática de la racionalidad enfocada desde su dimensión lingüística. En la segunda, muestro una mirada general del campo de estudio de la TA. En la tercera, esbozo lo que podría ser a grandes rasgos el proyecto de una filosofía de la argumentación y ensayo una interpretación en torno a la noción de racionalidad que integra la significación de lo razonable como elemento conceptual vinculante de los aspectos teóricos y prácticos propios de la práctica racional-discursiva.

1. La Racionalidad en los Limites del Lenguaje

El pluralismo es una situación que describe y hace comprensible el presente de nuestra existencia como cultura humana. Hablar de un concepto de racionalidad que reconozca esta situación se suele considerar, equivocadamente, patrocinio del perspectivismo o del relativismo radical (todo vale), pero no hacerlo, evidentemente significaría velar nuestro estado actual. Es innegable que el presente no es una escena bi-cromática que se desarrolla según orientaciones prescritas y simétricas, la realidad es que nuestros modos de ser, de pensar, de creer, de actuar, de sentir, parecen obedecer más bien a una dinámica incalculable, fácilmente comparable, con la imaginación estética del artística, que construye de la nada, que destruye lo dado y lo reconfigura de formas inesperadas e inagotables, que imita, que repudia imitar, que no tiene lógica o que simplemente no la necesita; ser humano hoy, como siempre ha sido serlo, significa una bella complejidad. No obstante, existen fuerzas homogenizadoras, que con la bandera de la Verdad, han pretendido y pretenden ser portadoras del "ser" del ser, y del "deber ser" del deber ser absolutos, y como tales, definir que culturas son correctas y cuales no lo son. Muchas de estas batallas se han librado y se libran en torno al problema de la racionalidad.

El concepto de racionalidad, en su sentido procedimental o instrumental, habla de mecanismos, procedimientos o modos de pensar, de actuar, de decidir que siguen cierta regularidad u orden y producen ciertos resultados; en un sentido más amplio, el concepto de racionalidad tiene la función de proponernos actitudes reflexivas, críticas, comprensivas y propositivas, que salvaguarden el trato humano y tolerante de la interacción con los otros, con nuestro entorno y con las generaciones futuras, y la responsabilidad con respecto a lo que decimos, hacemos, pensamos o decidimos. En este último sentido, que incluye al primero, se entiende racionalidad, en palabras de Pablo Quintanilla, como una propiedad relacional que emerge de nuestra interacción con los otros [1]. Dada esta condición, existen muchas formas de hablar sobre la racionalidad y la razón [2]. No obstante, en esta ponencia sólo me remitiré a una vía de interpretación, que a mi modo de ver, se constituye como un enfoque general que permite una visión holística de la racionalidad, en tanto que se sustenta en la reflexión de un presupuesto básico de las prácticas humanas, me refiero al estudio de la dimensión lingüística de la racionalidad, específicamente, a partir de la reflexión en torno a las prácticas discursivas de tipo argumentativo.

La tesis que se intenta sustentar en esta parte afirma:

T1: Asumir una interpretación no-representacionalista del lenguaje hace posible la elaboración de una interpretación abierta de la dimensión lingüística de la racionalidad.

Lo que se pueda decir de la dimensión lingüística de la racionalidad depende de la concepción de lenguaje que se asuma. Existen por lo menos tres concepciones de lenguaje que interesa señalar aquí. La primera concepción se denomina representacionalista, pues, entiende que "el rasgo esencial del lenguaje es su capacidad de representar la manera de ser de las cosas"[3], que la razón de existir de las palabras consiste en dar una representación o una imagen de la realidad, de manera que el valor de verdad de los enunciados depende de su correspondencia o adecuación con las cosas; esta concepción ve un carácter puramente objetivo de la lengua[4] y entiende que los lenguajes y las verdades son algo que hay que hallar, que buscar, algo que se descubre en la Realidad y por tanto, que sólo puede ser de una manera. De esta concepción del lenguaje se sigue una comprensión de lo racional cerrada y excluyente, absoluta y monológica, pues se asumiría como modelo único de racionalidad aquel que describa la estructura o los criterios, de aquel lenguaje que tiene el privilegio de representar la realidad tal cual ésta es, después de cuyos límites, imperaría el bastión de lo irracional.

La segunda concepción considera que el lenguaje, además de su aspecto objetivo, posee un aspecto subjetivo, que soporta la idea de que todo uso lingüístico es intencional y situado en un contexto de enunciación que influye en la significación, la tesis de esta perspectiva (Austin y Searle) "formula que en la significación de un enunciado hay que distinguir dos componentes: uno que llaman fuerza ilocutiva, y otro que designan como contenido proposicional; es decir, uno subjetivo y otro objetivo respectivamente" [5].

La tercera concepción busca eliminar el dualismo sujeto/objeto o esquema/contenido. Dentro de esta interpretación se comprende al lenguaje como conjunto de prácticas sociales[6]; se considera que los lenguajes son creaciones humanas y que la verdad no es algo que se descubre sino que se hace, que se construye en los lenguajes, que la verdad no es algo que está ahí afuera esperando que lo hallemos, que lo que está afuera es el mundo, no las descripciones del mundo que hacemos [7], que "sólo las proposiciones pueden ser verdaderas […] (por lo cual) […] son los seres humanos los que hacen las verdades al hacer los lenguajes en los cuales se formulan las proposiciones" [8]. Desde esta interpretación se comprende al lenguaje como algo no arquetípico, o que deba ser de alguna forma específica, ya dada o determinada por algo externo; se entiende el lenguaje como una herramienta con la que se cuenta para vivir, que da sentido a nuestra vida y a lo que nos rodea, que nos permite interactuar y comunicarnos con los otros; según esto, no existe, a priori, un lenguaje privilegiado o más adecuado para hablar, lo que existen son personas y comunidades que tienen esa herramienta para vivir. Esta idea del lenguaje es la expuesta en las filosofías de Richard Rorty[9] y Donald Davidson.

A partir de esta interpretación Rorty intenta sustituir la idea de que el lenguaje es un medio de representación o de expresión, que hace visible trozos de realidad o de la mente. Pero tal vez lo más interesante de esta propuesta es que ve al lenguaje como algo que todas las personas hacen, y que no hay razones para pensar que unas lo hagan mejor que otras, en el sentido de que unas deban someterse al lenguaje de las otras porque sencillamente el lenguaje de éstas es el que representa mejor la verdadera naturaleza de los hechos de la realidad o la verdadera naturaleza del "yo". De lo cual no se sigue, que no haya modos de vida preferibles. De esta concepción del lenguaje se infiere una interpretación de lo racional, en palabras de Rorty [10], como algo que apunta más a la sensatez, a lo razonable, a valores como la tolerancia, el respeto a las opiniones de los demás, la disposición a escuchar, el recurso a la persuasión antes que la fuerza.

Ahora bien, se podría pensar que este tipo de interpretación del lenguaje conduce a un relativismo epistemológico o moral, en la medida que no se cumple la exigencia de encontrar un criterio de objetividad que defina la verdad o el valor moral de las creencias o de las acciones, independientemente de los sistemas de creencias o de acción en los que éstas se producen. Es decir, que dado el hecho que las comunidades y las culturas desarrollan diferentes sistemas de creencias, de acción, de pensamiento, en fin, diferentes modos de vida, a partir de la experiencia de su relación con el entorno, debemos aceptar, que tales diferencias son el resultado de arbitrariedades colectivas, de manera que se justifica pensar "todo vale", en el sentido que no hay manera de establecer dicho principio o fundamento de objetividad, tal y como lo exige la idea de relativismo.

Pero en realidad resulta ser todo lo contrario, al aceptar que la finalidad del lenguaje no es representar la realidad, ponemos al margen la idea de verdad como correspondencia [11], y con ella al problema del relativismo, debido a que las ideas de relativismo epistemológico y relativismo moral implican la creencia en la existencia de una Verdad fija sobre la realidad en sí misma y el deber ser en sí mismo, con respecto a las cuales los diferentes sistemas de creencias y códigos morales se interpretan como relativos. Es decir, no se ve a las culturas y a los sistemas de creencias como interpretaciones relativas al Ser-en-si-de-la-Realidad, sino como formas de vida distintas, con diferencias pero también con aspectos comunes. No asumir esta actitud, por lo menos al nivel de una reflexión filosófica general, representa desconocer el estatus ontológico del pluralismo y el fenómeno de la historicidad y la finitud[12], visibles en la emergencia, desarrollo, transformación y desaparición de creencias y sistemas de creencias durante la historia.

En este sentido, el relativismo resulta ser una posición problemática. Primero que todo, este tipo de relativista, como lo señala Quintanilla, "es fundacionalista" –lo cual implica una crítica bastante amplia, que Quintanilla desarrolla y por razones de espacio no expondré aquí [13] –. Además de esto, me parece interesante señalar, que del relativismo epistemológico o moral no se sigue la imposibilidad de que pueda haber verdades reconocidas como objetivas o acciones valoradas como buenas, pues las hay en cada sistema de creencias, histórico o particular, según criterios de justificación y su código moral vigente; esta situación, podría entenderse como prueba de la relatividad de una verdad o de una norma moral con respecto a un sistema de creencias, pero no del relativismo epistemológico, entendido éste como ley o doctrina descriptiva que afirma que toda aseveración y todo imperativo es en últimas arbitrario, porque no hay manera de hallar un marco de referencia absoluto que los legitime de manera definitiva [14]. Lo que muestra esta relatividad es la condición ontológica de la actualidad de las sociedades humanas que sugiere la noción de pluralismo, es decir, lo real es que la humanidad es plural y que no es posible descubrir una verdad absoluta, atemporal, en el sentido correspondentista del término verdad [15], de lo que no se sigue la incomunicabilidad entre sistemas de creencias y la imposibilidad del conocimiento objetivo, tal y como lo exige el relativismo.

Esta situación pone en primer plano la discusión en torno a si existe una racionalidad universal. Parto afirmando que es difícil que exista tal criterio de entendimiento –por lo menos en el sentido procedimentalista del término – , sin que se genere una situación de comunicación, de lo cual no se sigue que tal medio de entendimiento sea imposible de alcanzar y que no haya presupuestos, experiencias o vivencias, relativos a la acción, comunicación, pensamiento y sentimiento, comunes y vinculantes a todas o a la mayoría de las personas, por lo menos en el sentido amplio de . El objetivo del resto de la ponencia es mostrar una vía de reflexión que podría contribuir al desarrollo de una interpretación de la racionalidad, a partir de la reflexión filosófica sobre la práctica discursiva-argumentativa entendida como práctica social portadora de presupuestos o valores comunes, que pueden hacer comprensible la posibilidad de tal entendimiento.

2. El Campo de estudio de la Teoría de la Argumentación:

Posibilidad Discursiva de lo Racional

En esta segunda parte se propone la siguiente tesis:

T2: La dimensión racional de nuestras prácticas discursivas no se desarrolla según una lógica exclusiva, más bien, mediante los diversos modos de expresión que integra la dinámica del habla argumentativa.

T2: se sustenta en la idea que afirma que la racionalidad debe entenderse como propiedad relacional entre personas emergente de situaciones comunicativas [16] y no como propiedad o facultad anterior al proceso mismo de comunicación. En la medida que nuestro propósito se delimita al campo del lenguaje, esta idea nos remite, al espacio lingüístico en el que se desarrollan nuestros procesos de enunciación, a saber, el discurso, que se entiende aquí, en el sentido propuesto por Foucault, como "dominio general de todos los enunciados, […] conjunto de todas las actuaciones verbales, […] lugar de emergencia de los conceptos y enunciados […] determinado(s) por un régimen de aparición, de transformación y de desaparición" [17]. Esta idea remite a su vez a la noción de práctica discursiva, que se entiende como el "conjunto de reglas anónimas e históricas determinadas en el tiempo y en el espacio que han definido y establecido para una época dada las condiciones de ejercicio de una función enunciativa" [18]. Esto último indica la existencia de procedimientos de control y delimitación del discurso, que se ejercen desde el exterior y también desde el interior de éste, cuyo eje generador se sustenta en las relaciones de poder, de deseo, de dominio, propias de la dinámica social [19]. Tenemos así, que el discurso debe entenderse como una práctica lingüística que encarna una forma específica de interacción social. Según esta interpretación, la racionalidad que emerge de situaciones comunicativas, en tanto que estas se desarrollan en el espacio discursivo determinado históricamente [20], no puede ser, como señala Víctor Krebs [21], objeto de ontologización, sino que se debe ver ésta como producto de la interacción entre personas, de manera que no resulta plausible pensar que ser racional consista en la aplicación de una lógica exclusiva, anterior a nuestras prácticas discursivas.

La segunda parte de T2 nos sugiere el siguiente interrogante: ¿En qué sentido la argumentación puede ilustrarnos acerca de la racionalidad de nuestras prácticas discursivas? Para responder esto, debemos tener en cuenta que la noción de práctica discursiva se refiere a la acción misma de usar el lenguaje en tanto práctica social, por lo cual, no debe tenerse en cuenta sólo una teoría de la argumentación, como la de Perelman o Eemeren o Toulmin, como portadora definitiva de la comprensibilidad de nuestro intercambio discursivo; no podemos esperar que una sola TA agote el sentido de lo que podemos entender por argumentación o por práctica discursiva. La vía plausible de interpretación consiste en asumir una actitud integradora con respecto al campo de la TA, que permita una visión holística del evento argumentativo como tal, en sus diferentes dimensiones, es decir, tratar de articular el campo de la TA para presentar una visión no fragmentada, que nos acerque a identificar la argumentatividad subyacente (o integrada) a la práctica discursiva y por ende a la comprensión de la dinámica racional. Desde aquí y hasta el final de esta parte, me dedicaré a mostrar cual es el sentido de elaborar una visión no fragmentada de las TA y como esta visión puede identificarse como representativa de la práctica discursiva.

En el campo de estudio de la TA subsiste una pluralidad de perspectivas sobre el habla argumentativa, que si bien resulta plausible afirmar, como lo hacen Reygadas y Haidair[22], que no se encuentran completamente integradas, no del todo se podría decir que tal fragmentación se deba a incompatibilidades irreconciliables, más bien, a mi modo de ver, remiten a profundizaciones, desarrollos y en algunos casos, radicalizaciones, de aspectos distintos y presentes en el habla argumentativa, en este orden de ideas existen enfoques lógico-formales, retóricos, lingüísticos, pragmáticos, dialécticos, semióticos, erísticos, analítico-discursivos, entre otros[23]. En este conjunto de programas de estudio algunos se ocupan de la descripción e interpretación del acto de habla argumentativo como tal y otros tratan de orientarlo mediante la formulación de algunas reglas de discusión. En este orden de ideas, las TA pueden ser descriptivas o prescriptivas.

Esta diversidad sugiere pensar a la argumentación como un evento complejo, que en su desarrollo material integra una serie de elementos o dimensiones (comunicativos, semánticos, no lingüísticos, psicológicos, entre otros), que las TA parecen estudiar por separado, no porque no logren percibir la integridad del evento como tal, sino porque sus estudios obedecen a intereses teóricos distintos. El proyecto indicado por Reygadas y Haidair, de elaborar una reflexión que integre las diferentes dimensiones del habla argumentativa, permitirá una visión no fraccionada del evento argumentativo, que a mi parecer, facilitaría considerar a la argumentación como acto de habla básico de la práctica discursiva. De las muchas dificultades que implican el llevar a cabo un proyecto de tal magnitud, sobresale la de integrar las teorías descriptivas y las prescriptivas o normativas [24]; es decir, en encontrar un equilibrio entre la manera como comprendamos las regularidades empíricas del funcionamiento real del discurso y la elaboración de un criterio o ideal que pueda ser considerado como útil para aumentar la comprensibilidad y orientación de la práctica discursiva. Una posible vía para dirigir nuestros esfuerzos al respecto de este punto, podría ser elaborar el ideal normativo muy general, que además de sugerir procedimientos, señale restricciones de tipo disposicional [25], pero no relativas a la forma del argumento o a la argumentación como tal.

El sentido de esta consideración se sustenta en la necesidad de hacer visible la amplitud o extensión de la manera como usamos el lenguaje en nuestras prácticas discursivas, con el fin de elaborar una interpretación ampliada de la racionalidad de las mismas.

Dos puntos de vista que ilustran la llamada "argumentatividad" de la práctica discursiva, son los desarrollados en La Argumentación de la Lengua de Anscombre y Ducrot y la pragma-dialéctica de Eemeren y Grootendorst; el primero señala aspectos elementales, a nivel de la lengua, y el segundo muestra aspectos complejos, a nivel de los textos o discursos propiamente dichos. Para Anscombre y Ducrot [26] uno de los aspectos constituyentes del sentido de un enunciado es "pretender orientar la secuencia del diálogo" hacia algún tipo de conclusión, de manera que se reconoce a la argumentación como una condición propia de las frases, ampliándose así su sentido, comprendiéndola no sólo como una especie de relación particular entre enunciados, sino también como elemento integrado a la estructura interna del enunciado mismo [27]. Desde esta perspectiva se asume que la función principal del lenguaje no es representar directamente la realidad, sino, servir "como un medio de construir discursos" [28], orientados a la interacción y comunicación entre las personas.

Por su parte, Eemeren y Grootendorst [29], muestran que al nivel del discurso la argumentación debe entenderse como un acto de habla complejo. Todo acto de habla se encuentra orientado a lograr un efecto comunicacional y un efecto interactivo, el primero se refiere a la comprensión del acto de habla por parte del oyente, y el segundo a la aceptación de dicho acto o a la consecución de determinada reacción; en este orden de ideas, la argumentación experimenta una situación comunicacional plural, en la medida, que su función comunicacional básica, a saber, apoyar un punto de vista, se vale de otros actos de habla, con efectos comunicacionales distintos, como lo son afirmar, explicar, prometer, describir, confirmar, aclarar, entre otros; para conseguir su finalidad interactiva, que es, persuadir o convencer. En este sentido podemos entender que una argumentación puede contener o esta hecha, de actos de habla cuya orientación comunicacional básica no es propiamente argumentativa. Estos dos puntos de vista muestran la argumentatividad que subyace al lenguaje, a la elaboración de textos y por tanto, al discurso.

Hay que señalar además que existen algunos estudios que han propuesto o presupuesto, en algún sentido, la plausibilidad de sostener una perspectiva integrada de la argumentación, como es el caso del profesor Nelson Barros Cantillo y de María Martínez Solís. Barros[30], ha elaborado un estudio que señala la relación de complementariedad con la que operan la lógica formal, la retorica, y los razonamientos no-monotónicos en la argumentación jurídica, con la finalidad de engrosar el conjunto de las herramientas argumentativas de las que puede disponer la praxis discursiva del abogado. Por su parte María Martínez[31] integra las perspectivas analítica (lógica formal), la retorica de Perelman y Olbrechts-Tyteca y dialéctica de Eemeren y Grootendorst, con la finalidad de ilustrar los hábitos de organización enunciativos relativos a la orientación social de la construcción discursiva, todo esto en el contexto de los estudios del análisis del discurso. El estudio de Barros como muchos otros, se puede entender como un estudio técnico o instrumental de la argumentación, en la medida que se ocupa de la elaboración de estrategias y modos de razonamiento que amplifiquen la posibilidad de éxito de un discurso en contextos específicos. En nuestro caso, el presente estudio obedece a un interés más general, a saber, al imperativo filosófico de ampliar nuestra comprensión sobre la racionalidad. En este sentido, me he atrevido a denominar este proyecto como "filosofía de la argumentación", o "estudio filosófico de la argumentación" por la razón que no es un estudio técnico o instrumental, ni descriptivo ni normativo propiamente, sino un estudio integral que obedece a un interés tradicional de la filosofía, como lo es la comprensión de la racionalidad humana desde la perspectiva del lenguaje, el cual, evidentemente, debe entenderse como un esfuerzo particular, orientado en el sentido de la importancia que le dan a la argumentación los proyectos de filósofos como Jürgen Habermas, Karl-Otto Apel, entre otros; de manera que un estudio de esta clase bien podría entenderse como parte de la filosofía del lenguaje o como un capítulo de la teoría de la racionalidad.

Hasta aquí, se ha mostrado que una interpretación no representacionalista del lenguaje impulsa un estudio filosófico de la racionalidad como la creación de mecanismos que permitan a las personas ampliar las posibilidades de la hermenéutica reciproca que implica la vida en sociedad, y no como la búsqueda de un criterio privilegiado que des-vele el orden y modo de ser ocultos de las cosas, esta idea permite comprender la diferencia de las creencias, deseos y conductas humanas, sobre el mundo y sobre sí mismos, individuales o colectivas, como manifestación natural de nuestras experiencias y vivencias, y no como defecto, arbitrariedad, confusión o no-correspondencia de la manera de ser de algunos con respecto a la manera correcta de pensar, sentir y actuar de otros, lo cual no deviene necesariamente en relativismo. También se ha intentado mostrar que una comprensión de la práctica discursiva interpretada a partir de la integración de las TA, reconoce que los aspectos retórico, formal, dialéctico, lingüístico, pragmático, etc., del habla, operan de manera integrada en la práctica real de argumentaciones, de modo que no resulta plausible pensar que ser racional consista en aplicar una lógica exclusiva.

3. El Proyecto de una Filosofía de la Argumentación: La Construcción de una Racionalidad Razonable

La tesis que desarrollo en esta parte afirma:

T3: La reflexión filosófica en torno a las TA permite una comprensión integral de nuestras prácticas discursivas y por ende, una interpretación incluyente y abierta de lo que entendemos por práctica racional.

Para la ilustración de esta tesis ya se ha indicado en el desarrollo de T1, que si queremos tener una comprensión de lo racional que sea consistente con el pluralismo, no debemos interpretar al lenguaje como depositario de la Realidad, entendida ésta, a nivel filosófico, como independiente de nuestras prácticas sociales de interpretación y convivencia. También se mostró, en el desarrollo de T2, que nuestras prácticas discursivas se llevan a cabo mediante la integración de distintas formas de expresión y no según la orientación de una lógica exclusiva. En esta parte final intentaré mostrar, en el orden de las ideas aquí expuestas, qué entender por una interpretación incluyente y abierta de la racionalidad.

Ahora bien, tenemos que nuestras prácticas discursivas no se desarrollan según la constricción formal de una Lógica, de manera que asumir lo racional como la aplicación de procedimientos estrictamente formales debe entenderse como una falacia de observación. Pero tampoco se trata de prescindir de los procedimientos formales. La pluralidad de medios de expresión discursiva, descritas y propuestas por las TA, es consistente con la multidimensionalidad y complejidad de la interacción humana, la cual se evidencia en la dinámica reflexiva que históricamente se ha desarrollado en torno a nociones como , , , , , , , , entre otras, que patentan las envolturas ética, política, estética, científica, filosófica de ser-humano.

Podríamos decir que la reflexión sobre estas ideas representa una vivencia común y vinculante de las personas y comunidades, que la mayoría de las personas aspiran a ser felices, experimentan asombro y curiosidad por el mundo, aborrecen las injusticias, sienten indignación cuando se atenta contra la vida, tienen una concepción de lo bello, aprecian la libertad, reconocen que existe maldad, tienen expectativas para el futuro, entre otras situaciones. Evidentemente, dado el pluralismo, estas preocupaciones se entienden y resuelven de maneras distintas, sin embargo, toda posible respuesta surge de algo que en principio es común a todos, independientemente de la distancia cultural. Hay que ver la diferencia como un responder distinto a preguntas compartidas. Y es precisamente esta condición el presupuesto vinculante que podría generar una situación universal de comunicación, y sólo cuando ésta se genere, sería posible y necesario elaborar un procedimiento de entendimiento universal. Pienso que en la actualidad, tal situación poco a poco está surgiendo en torno a la necesidad de elaborar un imperativo ecológico que regule la manera como interactuamos con nuestro entorno, dado el deterioro de nuestro planeta.

Una situación de comunicación se desarrolla mediante la dinámica heterogenia de la práctica discursiva, en la cual los participantes no son simples operadores lingüísticos, dado que ésta integra en el intercambio, aspectos relativos a sus creencias, deseos, sentimientos, expectativas; aspectos que posiblemente pueden chocar con los criterios de comunicación o de entendimiento, o las formas de razonar, justificar o argumentar, reconocidas como legitimas por un procedimiento preestablecido como modelo normativo. De manera que resulta problemático asumir la práctica racional invariablemente como la aplicación de un procedimiento normativo, pues, en tanto procedimiento, es cerrado y excluyente de las expresiones nuevas o no compatibles con las reglas prescritas, que por nuevas o no compatibles al sistema, no son necesariamente prescindibles.

Ahora bien, un ideal de racionalidad abierta y vinculante, implica que no se tiene que entender lo racional, exclusivamente, como un conjunto de condiciones normativas que indican cómo se debe actuar o pensar; sino más bien, como una orientación que nos muestra los modos de argumentación o de expresión lingüística, de comportamiento o de pensamiento, que son inaceptable tolerar en una situación que se supone busca el entendimiento y la convivencia. Si asumimos esto así, siempre habrá espacio para nuevas formas de argumentación, de justificación, de comportamiento, en general, nuevas formas de expresión, que muy posiblemente puedan surgir, debido a la bella complejidad que somos y al potencial de nuevas experiencias que pueden generarse en la interacción con los otros.

Es en este sentido que la noción de lo razonable se integra a este estudio de la racionalidad. Lo razonable es un adjetivo que se predica de aquello que la mayoría estaría dispuesto a aceptar, esto, porque lo razonable tiene en cuenta o se encuentra en conexión con la situación vital humana, con la sensibilidad, con las vivencias y la cotidianidad de las personas, mostrando así el denso vinculo existente entre razón y emoción [32], y el de estas con la vida social [33]; y por tanto, entre teoría y praxis.

La idea de una racionalidad razonable, no es más que la consideración de que ser racional no consiste exclusivamente en la aplicación impersonal de procedimientos de decisión, de evaluación, de acción, de justificación o de comunicación; es no perder de vista que la práctica racional es también una práctica humana, y por tanto, en cierto grado, sometida a la contingencia de lo nuevo; es pensar que los medios para lograr entendimiento son inherentes a la posibilidad misma que tenemos de comunicarnos en la dinámica discursivo-argumentativa encarnada en nuestras prácticas sociales y en general por la posibilidad de lenguaje, en todo el sentido al que remite su significado. La idea de racionalidad razonable sugiere que debemos ver a la razón como la posibilidad reflexiva de orientarnos en el mundo, de proponernos objetivos, de trazarnos fines, sin permitir que se torne definitivamente en mero instrumento de cálculo y control, sin metas ni propósitos, como lo describe Max Horkheimer:

La neutralización de la razón, que sustrae a la misma toda relación con un contenido objetivo y la fuerza de juzgarlos, degradándola así a la condición de mera capacidad ejecutiva más volcada al cómo que al qué, la transforma de modo creciente en un mero aparato obtuso para el registro de hechos. La razón […] pierde toda espontaneidad, toda productividad, pierde la fuerza necesaria para descubrir contenidos de nuevo tipo y conferirles vigencia [34].

* Titulado como Filósofo, Universidad del Atlántico. E-mail: asnofilosofo@yahoo.com Barranquilla, abril de 2008.

NOTAS:

[1] Cfr: QUINTANILLA, Pablo. Interpretando al otro: Comunicación, racionalidad y relativismo. En: HOYOS, Luis Eduardo. Relativismo y racionalidad. Bogotá: Unibiblos, 2005. p. 20.

[2] Tantas como la amplia dimensión que describen las prácticas humanas y como los muchos campos de estudio desde los cuales es posible enfocarlas (psicología, sociología, filosofía, lógica, economía, etc.). "Se habla de razón universal, de razón plural o fragmentada en paradigmas o mundos inconmensurables; de razón desapegada y neutral, de razón "situada" y culturalmente dependiente; de razón esencialmente determinada por su inserción en un cuerpo y de razón desencarnada; de razón auto-transparente; de razón sometida a determinaciones ideológicas y mecanismos inconscientes; de razón individual, de razón ideológica, socialmente construida; de razón que se ve a sí misma como perseguidora o amante de la verdad o de razón escéptica que utiliza su propio poder para destruir esas pretensiones; de razón puramente instrumental o de razón ponderadora de fines y valores" [NUDLER, Oscar y KLIMOVSKY, Gregorio. La racionalidad en debate I. http: www.bariloche.com.ar/filosofía]; se habla también de racionalidad científica, o de la Razón como orden preestablecido, de racionalidad de las emociones, de razón de Estado, de razón estética, de razón política, de razón teórica, de razón práctica de razón instrumental, de razón subjetiva de razón objetiva; en fin, son muchas las prácticas humanas y muchos los enfoques de estudio que se les puede dar.

[3] BRANDOM, Robert. Truth and assertibility. Journal of philosophy, LXXIII, pág. 137. Citado por: RORTY, Richard. Representación, práctica social y verdad. En: Objetividad, relativismo y verdad: Escritos filosóficos 1. Barcelona: Paidós, 1996. p. 207.

[4] ANSCOMBRE, Jean-Claude y DUCROT, Oswald. La argumentación en la lengua. (TORDESILLAS, Marta. Prólogo). Madrid: Gredos, 1994. p. 9-10.

[5] Ibíd., p. 11-12.

[6] RORTY., Op. Cit., p. 207.

[7] RORTY, Richard. Contingencia, ironía y relatividad. Barcelona : Paidós, 1991. p. 25-27.

[8] Ibíd., p. 30.

[9] La consideración antirrepresentacionalista del lenguaje entiende que la verdad o falsedad de nuestros enunciados no es algo que dependa de la correspondencia de estos con la realidad, pues considera que no es posible "saltar fuera de nuestra propia mente", de nuestro propio lenguaje, ni tampoco que "alguien pueda adoptar una perspectiva superior para comparar esquemas conceptuales desprendiéndose temporalmente del suyo propio". Las creencias son "hábitos de actuar" que surgen, según la relación causado/causante, del contacto que existe entre nosotros y nuestro entorno, y que son verdaderas o falsas porque participamos en ciertas prácticas sociales con reglas que lo determinan porque así lo hemos decidido; de ningún modo nuestras creencias o enunciados representan trozos de la realidad de manera exacta, por lo tanto no es posible la existencia de un lenguaje modelo o arquetípico, que progresivamente deba ser impuesto a todos los ámbitos de la cultura. En este orden de ideas, Rorty señala, que "tanto la ética como la física, así como la crítica literaria y la biología, nos ponen en contacto con la realidad, pues "los diferentes ámbitos de la cultura responden a diferentes necesidades humanas". Para ampliar este punto de vista Ver: RORTY, Ibíd., [La contingencia del lenguaje. pp. 23-42]. Y, RORTY, Richard. [Antirrepresentacionalismo, etnocentrismo y liberalismo, pp 15-35; ¿Solidaridad u objetividad?, pp. 39-56; Representación, práctica social y verdad, pp. 208-221; La ciencia como solidaridad, pp. 57-69]. En: Objetividad, relativismo y verdad. Barcelona: Paidós, 1996.

[10] RORTY, La ciencia como solidaridad. Op. Cit., pp. 59.

[11] Es importante señalar aquí, que el abandono de la teoría de la verdad como correspondencia se asume como presupuesto filosófico para explicar el pluralismo, el desarrollo histórico de los sistemas de creencias y elaborar una interpretación comprensiva de la racionalidad. Al respecto de este planteamiento Davidson señala: "Las creencias son verdaderas o falsas, pero no representan nada. Conviene librarse de las representaciones, y con ellas de la teoría correspondentista de la verdad, pues es el pensar que existen representaciones lo que suscita el pensamiento relativista" [Donald Davidson. The Myth of the Subjective, en: Relativism: Interpretation and confrontation. Notre Dame, Ind, University of Notre Dame Press, 1989. Pags. 165-166] Citado por: RORTY. Antirrepresentacionalismo, etnocentrismo y liberalismo. Op. Cit., p. 25.

[12] Cfr: GADAMER, Hans Georg: Hermeneutica clásica y hermenéutica filosófica (1977). En: Verdad y método II. 6 Ed. Salamanca: Sígueme, 2004. Pp. 106.

[13] Cfr: QUINTANILLA, Op. Cit., pp. 29-39. Y, KREBS, Víctor. Interpretando al otro: Imperialismo conceptual y relativismo como síntomas. En: HOYOS, Luis Eduardo. Relativismo y racionalidad. Bogotá: Unibiblos, 2005. pp. 41-65.

[14] Cfr: BARROS CANTILLO, Nelson. Relativismo evolutivo de Gonzalo Munevar. En: hppt: www.intitutodefilosofia_jeb. tk 2006.

[15] Tanto el relativismo epistemológico como el relativismo moral son posiciones filosóficas, que se desarrollan en un nivel metadiscursivo, es decir, que hablan de los lenguajes que hablan de la realidad y la moral humana. Lo que esto significa es que no debemos confundir relativismo con pluralismo. No se debe confundir un concepto de la ontología social con un punto de vista filosófico-epistemológico.

[16] QUINTANILLA., Op. Cit., 20.

[17] ALBANO, Sergio. MICHEL FOUCAULT: Glosario epistemológico. Buenos Aires: Quadrata. 2006. p. 66.

[18] Ibíd., p. 67

[19] FOUCAULT, Michel. El orden del discurso. Barcelona : Tusquets, 1987. pp. 11, 12, 20.

[20] Esta determinación histórica no debe remitirse al efecto de una historicidad general; para Foucault cada discurso tiene su propia historia. Cfr: ALBANO., Op. Cit., "A priori histórico", p. 71.

[21] KREBS., Op. Cit., p. 55.

[22] REYGADAS, Pedro y HAIDAR, Julieta, Hacia una teoría integrada de la argumentación. En: Estudios sobre las culturas contemporáneas, junio, año/vol VII, numero 013. Universidad de Colima, México, 2001. p. 108. [http: www.redayc.org].

[23] En general el campo de estudio de la TA se suele dividir en teorías de la primera ola, que se consideran como fundantes, entre las cuales se destacan la nueva retorica de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca (1958), los acercamientos lógico-dialécticos de S. Toulmin (1958) y los enfoques desde la lingüística elaborados en La argumentación en la lengua de Jean-Claude Anscombre y Oswald Ducrot (1980) y la Lógica Natural de Jean Blaise Grize y Georg Vignaux (1972-74). Por otra parte se encuentran las teorías de la segunda ola, "que continuaron el trabajo fundador o propusieron nuevas evaluaciones de la argumentación", entre las que se destacan los desarrollos de la lógica informal de Blair, Johnson, Govier y otros, los acercamientos semiolingüísticos de Charaudeau, la problematología de Michel Meyer, los aportes de la Teoría de la acción comunicativa de Habermas, la pragma-dialéctica de Franz van Eemeren y Rob Grootendorst, la Gramática de la argumentación de Lo Cascio, el enfoque erístico de Kotarbinski, entre algunas otras perspectivas. [Ibíd., p. 107-113; 123.]

[24] Ibíd., p. 123.

[25] Con disposicional me refiero a restricciones relativas a la disposición o actitud de los participantes de una situación comunicativa.

[26] Cfr: ANSCOMBRE Y DUCROT. Op. Cit., 27-74.

[27] Ibíd., p. 213-214.

[28] Ibíd., p. 193.

[29] EEMEREN, Franz y GROOTENDORST, Rob. Argumentación, comunicación y falacias: Una perspectiva pragma-dialéctica. 2 Ed. Santiago de Chile: ediciones Universidad Católica de Chile, 2002. pp. 47-53.

[30] "La lógica de las decisiones jurisdiccionales no rivaliza con la retórica que se ocupa de lo mismo excluyéndose por entero de ésta, sino que se complementa densamente con ella mediante complejas interacciones pragmáticas, semánticas y sintácticas". BARROS CANTILLO, Nelson. Las nuevas herramientas de la argumentación jurídica. 2 Ed. Bogotá : Ediciones Gustavo Ibáñez, 2006. p. 34.

[31] "En relación con la argumentación, tampoco existe una teoría única, uniforme y universal que dé explicación de la naturaleza, dimensión y diversidad de la argumentación. Todo parece indicar que se trata de orientaciones o escuelas que han enfatizado un aspecto más que otro en el proceso de evolución de las sociedades y del lenguaje mismo. Conocemos tres perspectivas que merecen especial mención: La Analítica, la Retórica y la Dialéctica. […] La propuesta es que estas diversas perspectivas pueden integrarse en un enfoque dialógico del discurso cuyo fundamento básico es la intencionalidad y la perspectiva de respuesta activa". MARTÍNEZ SOLÍS, María Cristina. La argumentación en la dinámica enunciativa del discurso. En: RAMÍREZ PEÑA, Luis Alfonso y ACOSTA VALENCIA, Gladys Lucia (Comp.). Estudios del Discurso en Colombia. Medellín: Universidad de Medellín, 2005, pp. 66-67.

[32] Cfr: DAMASIO, Antonio. El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Crítica, 1996.

[33] Cfr: ELSTER, Jon. Alquimias de la mente: La racionalidad y las emociones. Barcelona: Paidós, 2002. pp. 180 y siguientes.

[34] HORKHEIMER, Max. Critica de la razón instrumental. Buenos Aires: Trotta, 2002. p. 85.

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